Valor nutricional del Aceite de Oliva
Las grasas (lípidos) son indispensables para nuestra vida. Sus funciones de aporte energético al metabolismo se complementan además con otras funciones biológicas de gran importancia, tal y como: facilitadores del transporte y absorción de algunas vitaminas (denominadas liposolubles), precursor de algunas hormonas. La presencia de grasas potencia los sabores, haciendo que sean más apetecibles algunos alimentos.
Se ha denominado al aceite de oliva como uno de los pilares de la llamada dieta mediterránea, debido al uso frecuente del mismo en la alimentación que de él se hace. Las dietas de las personas sedentarias en los países industrializados contienen entre un 30% y un 45% de grasas, los deportistas deberían reducir su contenido en un intervalo que va desde 25%-35% y los ácidos grasos saturados por debajo de un 10%. Porcentajes superiores al dicho 10% no son bien tolerados por el organismo. Las carencias de lípidos de hecho, reducen el porcentaje hasta por debajo de 1% en una dieta prolongada durante muchos meses. Así mismo, se asocia a menudo el aceite de oliva con el colesterol. Sin embargo, debido a su procedencia vegetal, no posee esteroles en forma de colesterol por lo que su consumo en una dieta balanceada es muy recomendable.
El aceite de oliva, tanto el virgen como el extra, son ricos en vitaminas A, D, E y K. Favorece la absorción de minerales como el calcio, el fósforo, el magnesio y el zinc; es eficaz en el proceso digestivo, evitando la acidez gástrica y facilitando el tránsito intestinal. Mejora el control de la presión arterial. Ayuda a controlar el nivel de glucosa en sangre. La elevada cantidad de polifenoles (un antioxidante natural) en el aceite de oliva ayuda y previene enfermedades degenerativas como el Alzheimer, y actúa contra el envejecimiento. Reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, aumentando el HDL o colesterol bueno.
En la alimentación infantil, el uso exclusivo del aceite de oliva en las comidas (en ensaladas, guisos y fritos), se asocia con el control del peso durante la infancia, además de relacionarse con una celularidad del tejido adiposo más favorable para el futuro del individuo.
Un dato curioso: Jeanne Calment, una de las personas con la longevidad confirmada más larga del mundo (122 años) decía que sus alimentos favoritos eran el aceite de oliva, el vino de Oporto y el chocolate.